“Guerra” abierta entre pseudoescépticos y “magufos”

“Trump ha declarado la guerra al periodismo”, “Cataluña la declara a España” o se abre la guerra al mismísimo aceite de palma. Son algunos socorridos titulares de prensa muy sensacionalistas que invitan a leer determinadas noticias, a la vez que reflejan posicionamientos demasiado bélicos.

Del mismo modo, un clima de tensión y de crispación va in crescendo en relación a las denominadas pseudoterapias. Se les asigna titulares de corte similar como: “Ciencia versus Pseudociencia, una batalla que se debe librar”. Y Tampoco ayudan mucho las alusiones peyorativas de “magufos” o de “Movimiento anticientífico, muy agresivo y visceral formado por un ejército de personas que…”, con las que algunos pseudoescépticos denominan a los practicantes o defensores de las terapias consideradas no convencionales.

Por si fuera poco, la Organización Médica Colegial (OMC), (Como si se tratara de una comisión de teólogos consultores de la Inquisición que censura la teoría heliocéntrica de Copérnico reafirmando la inmovilidad de la Tierra), ha llevado a la Fiscalía un centenar de páginas webs por tacharlas de pseudociencias sectarias y peligrosas.

De este modo, nos encontramos con la sorprendente paradoja que mientras que los colegios médicos persiguen este tipo de “terapias no oficiales”, cada vez más hospitales de todo el Mundo las acogen.

Mis dos únicos propósitos al redactar este artículo son los siguientes. En primer lugar, argumentar que la línea por la que se intenta separar ciencia y pseudociencia, es muy fina y difícil de fijar con precisión. Por otro lado, aportar mi pequeño grano de arena con el fin de aminorar este elevado nivel de crispación. Que lejos de sumar, e ir en beneficio de la salud y sanación del paciente, genera desconfianza y caos en la Medicina que hasta ahora ha ayudado a mucha gente.

El conocimiento científico es una “aproximación” a la realidad

Vaya por delante que soy Licenciado en Ciencias Biológicas, especializado en Bioquímica y en Biología Molecular; es decir, me he formado en una Universidad (española) y soy, por lo tanto, un hombre de ciencia. Y lo digo, porque en la facultad me enseñaron que existe un método científico, que exige como mínimo tres cosas: reproducibilidad, falsabilidad y posibilidad de revisión.

Pero también me enseñaron que el conocimiento científico es una aproximación crítica a la realidad apoyándose en el estudio del método científico, pero… ¡NO tiene que ser la REALIDAD! Sirva de ejemplo, el comentario de un prestigioso oncólogo del Instituto Nacional del Cáncer, cuando a mediados del siglo pasado, en base a la evidencia científica de la época (que ya se comenzaba a cuestionar), afirmó tener la misma probabilidad de contraer cáncer de pulmón, alguien que fumase como quién usara medias de nylon.

Pretender establecer una línea abrupta e insalvable, por parte de los denominados pseudoescépticos, que afirman que no existe nada que no sea posible demostrar con las reglas convencionales de la ciencia, de modo que todo lo que no se ajuste a ello sea tachado de superchería o sectario, es faltar a la realidad.

En mi humilde opinión, en absoluto puedo compartir esta división. Mis profesores de facultad también me enseñaron que lo prometedor de la ciencia está justamente en el lugar donde desaparecen las certidumbres. Son muchos los ejemplos que demuestran que pese a que algo no podamos ver y sea difícil de medir mediante la actual tecnología, sin embargo, sabemos que existe y es real. Prueba de ello es la nueva física cuántica y las ciencias del caos y la complejidad.

El método científico aplicado a la Medicina

Cuando aplicamos el método científico a la medicina, hablamos de lo que se conoce como Medicina Basada en la Evidencia (MBE), por cierto, mala traducción de lo que debería definirse como Medicina Basada en Pruebas.

La MBE, por definición, trata de integrar la mejor evidencia científica, la experiencia del clínico (médico) así como los valores y las preferencias del paciente. Este gráfico lo representa perfectamente:

Analizando estos tres factores que definen la práctica médica y científica, sería lógico deducir que la medicina integrativa se ajusta adecuadamente a ellos:

  1. Experiencia: Conozco y formo parte de alguna de las principales asociaciones de salud y medicina integrativa de este país y también a nivel europeo, formadas todas ellas por reconocidos médic@s, farmacéutic@s o enfermer@s, entre otros profesionales, de intachable trayectoria profesional, los cuales asisten y participan en eventos científicos nacionales e internacionales. Casi todos ellos, desde hace muchísimos años, ejercen el día a día y compatibilizan la medicina convencional (oficial) con aquellas consideradas no convencionales. Si cualquiera de ellos, tiene no una, sino muchas experiencias positivas con el uso de, por ejemplo, la acupuntura o la homeopatía, ¿Se atienen al método científico? ¡Yo creo que sí!

  2. Valores y preferencias de los pacientes. En relación a este punto clave de la medicina basada en la evidencia, me pregunto: ¿Puede un médico desatender la petición de un paciente de aplicar, por ejemplo, la fitoterapia, si además la experiencia del médico es positiva? Y, si atendiendo a su petición, lo hace desde su experiencia, ¿Cumple su código deontológico? ¿Y, con el método científico? ¡Yo creo que sí!

  3. Evidencia científica. Este es el hecho clave de todo el asunto, por lo que lo trato a continuación:

Evidencia científica

La evidencia científica aplicada en medicina se basa en una metodología jerárquica muy similar a la planteada en este gráfico:

La interpretación de este gráfico es muy sencilla. A la hora de verificar una sustancia o método terapéutico, la opinión que tenga un experto o grupo de expertos tiene relativa importancia. Sin embargo, si para una determinada sustancia (y, aquí viene el matiz, ¡cualquiera; bien sea sintética o natural!), disponemos de publicaciones realizadas mediante revisiones sistemáticas o metaanálisis (lo que aparece en la parte alta de la tabla), ¡eso “irá a misa”! Claro, salvo que alguien interesadamente, a favor o en contra, lo cuestione. Podría mencionar muchos ejemplos, por una parte, de la dudosa evidencia científica empleada por la medicina convencional en la práctica clínica diaria y, por otra, de la elevada evidencia en terapias no convencionales, como más adelante tendremos ocasión de comprobar.

Por supuesto, también sucede al contrario. Pero lo que es indudable, es que SI que existe evidencia científica en muchas de las terapias consideradas pseudocientíficas. Para comprobarlo, me voy a centrar en uno de los campos más controvertidos para este tipo de terapias: el cáncer.

Evidencia científica y cáncer

Reciente y sorprendentemente, la formación política, Ciudadanos, ha presentado en el Congreso una Proposición no de Ley (PNL) relativa a “la mejora de la protección de los pacientes afectados por la “pseudociencia” para su debate en la Comisión de Sanidad.

¿Cuáles son los motivos de esta decisión? La siguiente cita textual de la propuesta presentada, nos ayudará a resolver esta pregunta: “Son numerosas las ocasiones en las que un paciente, con enfermedad terminal en numerosos casos abandona un tratamiento con eficacia clínica probada y evidente probabilidad de éxito en la curación de ésta, por terapias naturales o pseudociencias que no poseen evidencia científica alguna con efectos beneficiosos sobre la salud. También existen numerosos casos en los que los pacientes sufren intoxicaciones o daños fisiológicos importantes como consecuencia de ingerir productos peligrosos o sin garantías sanitarias, que incluso pueden interaccionar con tratamientos que estén tomando”.

Como la mejor arma contra la pseudociencia es la ciencia, voy a intentar rebatir algunas de las anteriores afirmaciones. Para ello, pondré varios ejemplos en relación al paciente oncológico.

  • En la PNL se afirma que: “Son numerosas las ocasiones en las que un paciente, con enfermedad terminal en numerosos casos abandona un tratamiento con eficacia clínica probada y evidente probabilidad de éxito en la curación de ésta”. ¡¡Estoy deseoso de conocer por parte del autor de tal afirmación el que nos descubra el milagroso tratamiento de eficacia clínica probada que probablemente “cure” a un paciente “terminal” de cáncer!!

De lo que si tengo constancia, en base a la máxima evidencia científica disponible (revisión sistemática), es que la quimioterapia, comparada con tratamientos de soporte, aplicada en enfermos terminales, ni mejora la supervivencia (ni mucho menos la curación), así como tampoco mejora su calidad de vida.

Esto va en línea, con otro estudio anterior, de elevada evidencia científica, realizado con miles de pacientes evaluados tanto en Australia como en los Estados Unidos. Se demuestra que la quimioterapia coadyuvante solo contribuye con un poco más del 2% en la supervivencia tras 5 años de tratamiento.

Si con el término pseudociencia se hace referencia a algo que se “disfraza” de ciencia pero que realmente no lo es, me lleva inexorablemente a formular la siguiente pregunta: El dar quimioterapia paliativa o con fines coadyuvantes (salvo contadas excepciones), ¿es hacer ciencia o pseudociencia?

Por otra parte, en esta cruzada contra las terapias no convencionales, la misma Organización Médica Colegial (OMC), apoyada o apoyando a determinados colectivos de corte eminente pseudoescéptico, acusan de pseudoterapias a muchas herramientas utilizadas por la medicina no convencional.

A continuación, de la larga lista de estas terapias que se pueden encontrar en el documento de la OMC, voy a mencionar, a modo de ejemplo, tres de ellas. Intentaré argumentar que, en base a la evidencia científica disponible, dudo mucho que se pueden mencionar como pseudoterapias y pseudociencia.

  • Terapia/medicina/nutrición ortomolecular. Cito textualmente las conclusiones del documento mencionado anteriormente: “No hay ningún resultado positivo asociado a la medicina ortomolecular y es muy posible que su elevado grado de aceptación esté relacionado con que su principal promotor fuera un científico muy conocido (hace referencia al premio Nobel, Linus Pauling) Es cierto que la carencia de vitaminas puede ocasionar enfermedades y mejorar la dieta puede ayudar a restablecer la salud, pero de ahí a pretender que dolencias como el cáncer pueden ser tratadas con vitamina C hay una gran diferencia. No existe ningún motivo para pensar que los tratamientos con vitamina C (o cualquiera de los propuestos por la terapia ortomolecular) tengan algún valor terapéutico. Por otro lado esta terapia presenta dos riesgos graves: en primer lugar toda la evidencia indica que puede perjudicar la salud y en segundo lugar esta pseudoterapia va especialmente dirigida a pacientes con cáncer, en cuyo caso un abandono de terapia puede suponer graves problemas de salud e incluso la muerte”.

No puedo estar más en desacuerdo con mi colega, el biólogo, que hace tales afirmaciones. No son pocos los estudios clínicos que demuestran que altas dosis de vitamina C, administradas por vía intravenosa, pueden mejorar los síntomas y prolongar la vida en pacientes con cáncer terminal. Recordemos la publicación que cuestiona la quimioterapia para estos mismos propósitos. Es más, la eficacia antitumoral de este tipo de medicina denominada ortomolecular se puede confirmar mediante exámenes convencionales, como por ejemplo, mediante un PET. En base a ello, determinadas intervenciones realizadas con terapia ortomolecular, ¿Se deben contemplar como ciencia o pseudociencia? ¿Qué nos impide investigar más acerca de ellas?

Un titular del diario El País (por cierto, con una línea editorial muy posicionada a favor del pseudoescepticismo), “Basta ya de pseudociencias”, afirma: “El paciente jamás es culpable, los engaños han existido siempre y los que lo realizan son delincuentes y estafadores expertos, Palabras grandilocuentes como la medicina ortomolecular, la acupuntura, aromaterapia, cromoterapia, dieta alcalina, magnetoterapia, cuencos tibetanos y tantos otros procedimientos fraudulentos, embaucan a la buena gente que piensa que como está difundido por los canales habituales, ya tienen un efecto consolidado y cierto y no es así, ninguna de esas terapias superaría un mínimo estudio serio”

Como ocurría en el apartado anterior, mi total desacuerdo con esta afirmación. Contra argumentada la categorización pseudocientífica de la medicina ortomolecular, voy a intentar hacer lo mismo con otra técnica de las mencionadas:

  • La Aromaterapia. Solo pondré un ejemplo, el de un estudio de elevada evidencia que demuestra la eficacia de determinados aceites esenciales (base de la aromaterapia científica) en el tratamiento de las náuseas inducidas por la quimioterapia.

Referencia: Tayarani-Najaran Z et al. Antiemetic activity of volatile oils from Mentha spicata and Mentha × piperita in chemotherapy-induced nausea and vomiting. ‘Ecancermedicalscience’ 2013;7:290

Así, NO afirmando que la Aromaterapia cura el cáncer, pero si en relación a paliar determinados efectos colaterales ocasionados por la quimioterapia ¿La consideramos ciencia o pseudociencia?

  • Para finalizar, también argumentaré como la medicina antroposófica, otra de las terapias tildadas de pseudociencia, puede tener un impacto positivo en la calidad de vida de los pacientes terminales por cáncer, al contrario de lo que ocurre con la quimioterapia (según el importante estudio antes mencionado). Mediante la publicación de elevada evidencia científica que referencio a continuación, se puede verificar como los extractos de muérdago (herramienta fundamental empleada por los médicos que ejercen esta medicina no convencional), mejoran la calidad de vida de los pacientes terminales.

Referencia: Kienle GS et al. Review article: Influence of Viscum album L (European mistletoe) extracts on quality of life in cancer patients: a systematic review of controlled clinical studies. Integr Cancer Ther. 2010 Jun;9(2):142-57.

En base a esta revisión sistemática, ¿Habría que considerar la medicina antroposófica de ciencia o pseudociencia?

Conclusiones

Concluiré, recordando lo que he intentado demostrar. A pesar de la evidencia científica que ejercen determinadas terapias no convencionales, se las tilda de pseudociencias.

Como soy tremendamente ingenuo, estoy totalmente convencido que toda esta corriente crítica se aleja de la presión de determinados lobbies y solo busca lo mejor para los pacientes. Como seguro que es así, del mismo modo que a mí también me interesa lo mejor para las personas afectadas, les voy a recordar a mis colegas profesionales (obvio la denominación de pseudoescepticos), que todos fuimos “paridos” en la Universidad. Me gustaría que conjuntamente podamos reflexionar sobre la necesidad de eliminar ciertos prejuicios.

El problema estriba en que bajo el paraguas actual del método científico, se hace muy difícil justificar la acción de determinadas herramientas no convencionales. Es una pura cuestión metodológica que nos obliga a seguir indagando tal y como nos ocurrió cuando tuvimos que verificar científicamente el vínculo tabaco-cáncer de pulmón. Ello nos debe hacer mirar hacia adelante, sin miedo a afrontar nuevos paradigmas.

De lo que sí estoy absolutamente convencido es de que los modelos integrados, híbridos, completos, que utilicen simultáneamente cualquiera de las herramientas, convencionales o no, nos pueden ayudar a montar el complejo puzle que es el ser humano y sus circunstancias.

Finalizo como comencé, con uno de los grandes científicos de todos los tiempos, Galileo, considerado como el padre de la Física moderna. A pesar de haber pasado los cinco años posteriores a la condena confinado en su casa de Florencia y bajo la sospecha de la jerarquía eclesiástica, siguió trabajando en ciencia hasta prácticamente el final de sus días.

¿Qué hacemos, seguimos con esta guerra totalmente inútil o remamos todos en un mismo sentido?: ayudar al paciente. Lejos del tono belicista, al menos por mi parte, siempre encontrareis un espíritu colaborador.

No olvidemos que gracias a Galileo, TODOS nosotros, los científicos, sí podemos afirmar “eppur si muove”.