Guillermo
Hoy le he preguntado a mi hijo de once años: “Beñat, ¿tú qué crees que es la homeopatía?”.
Él, con cierta sorpresa y alzando sus hombros de forma despreocupada, me ha respondido: “pues unas bolitas blancas que me ayudan”.
Sin más vueltas ni tecnicismos, así de sencillo y fácil, es como vemos la homeopatía en mi familia. Y a lo que Beñat piensa yo quiero añadir algo de gran importancia: las bolitas blancas curan sin dañar, sin provocar reacciones adversas ni efectos secundarios.
Hace veinte años que me acerqué por primera vez a la homeopatía. Debo reconocer que acudí desesperada a la consulta del doctor Guillermo Basauri. En aquel entonces era una enferma crónica, mis faringitis eran muy agudas y mensuales. El antibiótico que tomaba era cada vez más fuerte y sus consecuencias para mi organismo cada vez peores. Pertenezco a una generación a la que se ha recetado amoxicilina con excesiva facilidad, casi como si fueran caramelos de menta. Los médicos habían hecho creer a mi madre que mi complexión delgada era la razón principal de mi patrón enfermizo. Al parecer no se querían dar cuenta de que el antibiótico me llevaba a un círculo infernalde pérdida de apetito y pérdida de defensas. Para rematar, mis dolores de garganta venían siempre acompañados de una horrible tos convulsa y seca que sólo se aliviaba con codeína. Y vuelta a empezar, mejoraba algo el síntoma pero mi estómago no resistía las consecuencias.
Así llegue yo hasta el doctor Basauri, hipermedicalizada, sin salud y con un sistema inmunológico dañado y alterado. Desde el primer momento, él no vio dificultad alguna en curarme. Comencé a tomar heparsulfur para mi garganta y spongiatosta para mi tos y una tras otra, todas mis faringitis se resolvían cada vez de manera más rápida y fácil. Fue sólo el comienzo.
Desde entonces, he curado todas mis dolencias con homeopatía, y no soloresfriados, dolor de oídos o de garganta, también orzuelos, papilomas o periodos de insomnio por ejemplo. Mis embarazos y partos han sido acompañados con medicamentos homeopáticos, y mis dos hijos, desde su nacimiento, han sido tratados “con las bolitas blancas”. Así hemos curado bronquiolitis, laringitis, amigdalitis, otitis y ahora, recientemente, una tendinitis en la rótula. Ellos tienen ahora once y trece años y nunca han tomado antibióticos, porque no lo han necesitado, y yo tampoco,desde hace veinte años.
Aquella delgada niña enfermiza es hoy una delgada mujer sana. A mis 51 años, entro en una nueva fase de la vida, la menopausia, con armonía y sosiego. Nuevamente, la homeopatía me proporciona eficaces remedios para la sintomatología propia de esta etapa.
Mi experiencia es una muestra de que la homeopatía no solo cura y no daña al enfermo sino que además y sobre todo, sana de una forma integral y dota de salud a personas que durante años han carecido de ella.
Es todo un placer ver como mi madre, una mujer de 75 años, se trata también con homeopatía tras comprobarsus beneficiosos efectos. Recetada por el doctor Basauri toma sepia para mantenerse saludable, hepar cuando le duele la garganta o arnicapara sus agujetas después de una caminata en el monte. Igual de placentero era ver como mi padre, escalador y montañero, preparaba con mimo sus salidas y su mochila,en la que no faltaba el “botiquín homeopático” con medicamentos básicos.Murió en un accidente de montaña en Peña Santa, en plenas facultades y con mucha salud, sin lugar a dudas gracias al buen hacer del doctor Basauri.
En base a mi experiencia y a la de mi entorno más cercano, me resulta indignante que la homeopatía sea tachada de placebo. Poco se habla de las malas praxis de las grandes empresas farmacéuticas, de sus intereses y sus ingentes beneficios económicos. Poco se habla también de que en otros países europeos la homeopatía está estandarizada e integrada en los sistemas de salud y que esas experiencias son exitosas.
No comprendo la cerrazón de algunos profesionales de la medicina, ni la del sistema de salud público que se niegan a formar equipos multidisciplinares para ofrecer al paciente lo mejor de cada método curativo. Creo que es miedo y arrogancia. Y la prueba la hemos vivido a menudo, como el día en el que aquel médico dermatólogo de Cruces nos dijo que en menos de 24 horas estaríamos en urgencias suplicándole corticoides. Mi marido había estado un mes ingresado tras un grave traumatismo encefálico y,dado de alta en neurología,pretendían atiborrarle a corticoides para eliminar las llagas y la virulenta urticaria que tenía en el torax y espalda. Nos fuimos con una alta voluntaria y sin medicación. En 24 horas, unas gotas homeopáticas limpiaron su cuerpo. El supuesto placebo tuvo un efecto rápido e inocuo, las “mágicas bolitas blancas” fueron el mejor inicio para la feliz recuperación de mi marido.
Desearía que experiencias como la nuestra sirvan para que el sistema oficial de salud dé cabida a la homeopatía y para que en lugar de atacarla, se aproveche de lo mejor que hay en ella.