Parece, que el entendimiento humano se pierde cuando quiere examinar todas las cosas hasta el límite; y mucho más, cuando los que lo hacen son personajes de reconocido prestigio profesional, e intelectual, que quizás por razones del tiempo regresan, al infantilismo, o tal vez por otras razones que puedo imaginar.
La salud es para “casi todos” el bien más importante de los seres humanos; más incluso, que la economía la política el fútbol o las procesiones de Semana Santa. Menos al parecer, para algunas multinacionales farmacéuticas, ¿Qué hay detrás de todo este debate sino apetito económico?
Soy farmacéutico, hijo de farmacéutico, y conocí la homeopatía en Alemania siendo bachiller. Después la viví durante un periodo de mes y medio que estuve en Bombay. Mi médico desde hace décadas, es una especialista en endocrinología, medicina natural y homeopatía, y llevo unos veinte años trabajando, en periodos, con el departamento de Medicina Natural y Tradicional de La Habana, donde se practica, con éxito, como Medicina.
Vivimos una época donde el dinero es lo más valorado; y cuando hay conflictos de intereses, éticos científicos o de cualquier otro tipo, siempre ganan los intereses económicos. Vivimos en un mundo desigual donde los ricos son cada vez más ricos. El “engaño del colesterol” en la noche temática del 22 Abril, es una prueba de que cuando compañías privadas financian ensayos clínicos pueden ocurrir cosas extrañas. También parece que algunos de sus detractores desconocen que la Ley de similitud de los semejantes no tiene dos siglos, como afirman, porque es del griego Hipócrates de Cos en el Siglo IV antes de Cristo. El médico alemán Hahnemann la usó hace 200 años, y durante este largo periodo puso de manifiesto sus beneficios; y varias universidades públicas la han acogido, aunque años después hayan decidido por razones, no muy claras todavía, dejar de impartirla.
Desde principios de los ochenta empecé a utilizarla porque algunos clientes (inmigrantes que venían de trabajar de Francia y centro Europa) así como otros (algunos profesores de La Universidad y gente de elevada cultura), la solicitaban por estar mi botica a pocos metros de dicha universidad pública de Murcia. Usada para ayuda de la salud aunque también discutida, ha tenido penas y recompensas temporales: sin embargo desde hace un año, y recientemente el pasado día 10 de Abril se ha vuelto a cuestionar su uso porque algunos profesionales la califican de falsa, afirmando, que tenga efecto alguno dada su alta dilución (por decirlo de una manera sencilla). Y tal vez también, porque en las últimas décadas su consumo ha subido “demasiado”. He visitado Francia, Suiza y otros países centroeuropeos y del Este como Rusia y la utilizan principalmente en farmacias. En Estados Unidos sus ventas anuales son de 1.200 millones de dólares como dice El País el 25 de Abril. Algo bueno debería tener esa agua ¿no les parece?
¿No es una absurda ceguera negar los beneficios que esta “medicina” ha tenido y tiene en la salud, no sólo en los adultos sino también de los niños y animales?; por eso me parece desproporcionado afirmar que no puede tener resultados terapéuticos porque se piense que un principio activo tan diluido no puede tener científicamente efecto; y es porque se centran solamente en dada su alta dilución, y quizás desconocen el método terapéutico con el que se trabaja y tanto se cuestiona en medicina natural referente a las distintas dosis, que como en la medicina convencional se aplican según el método y la patología a tratar. Al parecer el problema es las dosis infinitesimales de dilución con que se trabajan en las terapias naturales: en dosis ponderales e infinitesimales y tengo la impresión, de que algunos olvidan que a las propiedades químicas como actividad farmacológica o farmacocinética de una sustancia debe agregarse otra propiedad física: la ondulatoria.
Si uno se detiene a contemplar lo breve de la vida de un ser humano, que como poco vive unas horas y un siglo como mucho, y “los tiempos” del Universo, no guarda más proporción con la infinidad que un instante en el tiempo, para por ese momento de intervalo prescribir y fijar definitivos acerca de un ser en un tiempo de millones de años dentro de un planeta; pero sin irme por las nubes del espacio, teniendo en cuenta la fuerza del número (me refiero al contenido tan ínfimo) con esa forma de pensar acerca de los mecanismos de intercambios de información de esas sustancias disueltas y dinamizadas (agitadas para que se disuelvan más) y sin olvidar que la física califica la materia a la vez de corpuscular, de ondulatoria; y las ondas (como La Radio, el Teléfono y la TV) permiten recibir y emitir informaciones provocando efectos, quizás se vean las cosas en otra dimensión y de otra manera. Todos morimos, pero sobre todo, cuando el cuerpo médico te condena en nombre de las estadísticas; sin embargo, puedo afirmar, que en mi trabajo de boticario he presenciado casos de ser estas praxis de la medicina natural y las sales bioinorgánicas, las que han salvados vidas condenadas por las estadísticas, reequilibrando la Homeostasis y recuperando la salud, bajo la prescripción de un médico. También sugiero, a los incrédulos, que lean a Lucille y Jean Pierre Garnier- Malet (uno de mis maestros), y si es posible durante un baño forestal que como dicen los japoneses “el aire del bosque y el ambiente de la Naturaleza tiene efectos terapéuticos bien comprobados que regulan la tensión arterial, entre otras cosas” y eliminan el exceso de ansiedad.
Y quisiera terminar explicándome con un ejemplo práctico: Una gota de sangre en el océano es detectada por un tiburón a kilómetros de distancia, según experimentos científicos. Según lo dicho anteriormente esto sería imposible ya que esa gota de sangre en ese inmenso volumen de agua (multipliquen la distancia por la profundidad del océano) la dilución es tan enorme que no quedaría materia. Pero una sustancia es también un compuesto de partículas y ondas.
El horror al agua (que por supuesto tiene memoria) es uno de los signos más característicos de la rabia. “Quería arrancar árboles sembrar el caos a mi alrededor y después sentarme a disfrutar de los destrozos (dijo la autora de Frankestein), porque la saliva de un pobre mastín infectado de esa enfermedad arrancaría toda la sabiduría a Sócrates , hasta el extremo que Catón (que retorcía el pescuezo a la muerte y a la fortuna) no podía mirarse en el espejo del agua abrumado de terror por si había contraído la enfermedad que los médicos llamaban hidrofobia. Tengo la sospecha, de que se trata de un asunto económico, y a pesar de los venenos con los que nos envenenamos sin darnos cuenta, seguiré recomendándola, y por supuesto tomándola, si los laboratorios no dejan de fabricarla. Hay que intentar recordar razonar y comprender con el fin de seguir avanzando, en este disolvente de aire tierra y agua en el que nuestra tenue vida se desarrolla.
* Valentín M Torregrosa es Farmacéutico consumidor de homeopatía y Máster en Comunicación.