«Ahora sé que el mar te dejaba cansado el corazón pues conquistar tanta belleza conlleva un deterioro y el cansancio también es síntoma del ser humano. Rubén Martín1

La enfermedad puede entenderse de distintas formas dependiendo del modo en que se observa.

En general, los médicos hemos aprendido a interpretarla como una realidad “virtual”, un constructo mental, un concepto ubicado en los libros, alejada de la realidad cotidiana y de los verdaderos protagonistas que son los que viven y sufren; los enfermos.

Para una aproximación útil, tanto desde el punto de vista teórico como práctico, podemos considerar la enfermedad como un desequilibrio, una disarmonía que impide llevar una vida plena en lo físico, emocional y social.

Por eso, cualquier aproximación terapéutica que permita el restablecimiento del equilibro y armonía perdida con el menor riesgo de efectos adversos para el paciente debería considerarse por los médicos como una opción excelente.

Concepto de armonía

El término armonía (harmornía) deriva del griego y significa “acuerdo”, “concordia”. En la mitología griega Harmonía es la diosa de la armonía de la concordia.

La armonía en términos musicales es la unión y combinación de sonidos simultáneos y diferentes, pero acordes. En un sentido general, puede definirse como el equilibrio de las proporciones entre la distintas partes de un todo y su resultado siempre connota belleza.

La enfermedad como disarmonía

En un intento de interpretar la enfermedad como desequilibrio nacen los conceptos de medio interno /Claud Bernard) y homeostasis (W.B. Canon).

La homeostasis del griego homos- similar y stasis- estado, estabilidad) es una propiedad de los organismos vivos que consiste en su capacidad de mantener una condición interna estable compensando los cambios en su entorno mediante el intercambio regulado de materia y energía con el exterior (metabolismo).

Para Carlos Castilla del Pino2, vivimos en anhomeostais, estado de desequilibrio permanente distinto de un momento a otro, y desde ese estado de desequilibrio cognitivo-afectivo el sujeto intenta su adaptación al entorno que le rodea. Intenta y se esfuerza en lograr la homeostasis.

Pero, podemos interpretar que este intento y esfuerzo, en múltiples ocasiones es vano, no consiguiendo el sujeto su adaptación. Y en ese momento, si la intensidad o duración de la anhomeostais es suficiente surge la enfermedad, que se manifiesta en su esfera física (cefaleas, dermatitis, problema digestivos….) y/o psíquica insomnio, depresión, ansiedad, miedo…).

Recuperar la armonía

La tarea del terapeuta es triple: intentar conocer la causa de ese desequilibrio,  hacer comprender al paciente lo que está sucediendo y favorecer el restablecimiento de la salud. En definitiva, recuperar la armonía.

Y esta triple tarea, a menudo es compleja por la dificultad de penetrar en el mundo del paciente y comprender el proceso de inadaptación: el encorsetamiento etiológico que considera a los traumatismos y procesos infecciosos casi en exclusiva como las causas de la enfermedad y la ineficacia de los fármacos en muchas enfermedades comunes y sus frecuentes efectos secundarios.

Quizás, estas barreras educacionales, institucionales y académicas, centradas en la búsqueda de medicamentos “anti” no reparar en que el modo más útil debería ser el medicamento “pro”, favorecedor de la homeostasis.

Algo, que a veces es incluso evidente para el propio paciente, cansado del empleo de fármacos con frecuentes y serios efectos adversos, os sus padres, en el caso de los niños, sorprendidos de que no existan otras soluciones diferentes  a los antibióticos o los corticoides.

En este sentido, como terapeuta no conozco ningún método más seguro, eficaz y personalizado para recuperar la armonía, para conquistar la belleza, que el empleo de la entrevista homeopática y los medicamentos homeopáticos.