Hace no mucho leí una historia sobre la segunda guerra mundial que me hizo pensar en la magia y el lugar de ésta en nuestra vida. En realidad no era una historia, el autor tan solo describía la costumbre que desarrollaron muchos habitantes de ciudades bombardeadas de poner tiras de papel pegadas en los cristales de las ventanas. Y lo hacían porque comprobaban que con estas tiras en las ventanas disminuían el riesgo de rotura. La mayoría de las personas desconocían el mecanismo por el cual estos papelitos en las ventanas las hacían más fuertes frente a los efectos de las bombas y, aun así, las usaban. De hecho, muchas personas les otorgaban un poder mágico e, incluso, las bendecían.

Evidentemente las tiras de papel no eran mágicas, tan solo absorbían la fuerza expansiva de las bombas descargando al cristal de parte de toda esa tensión superficial y haciéndolo así más resistente a la rotura.

La pregunta es: ¿cómo ha evolucionado la humanidad, comprendiendo y después usando o usando para después comprender? Yo creo que la respuesta es obvia; la historia de la humanidad es la historia del empirismo. Si algo es útil, lo uso… ¡y ya lo entenderé!

Cada vez que un vecino ponía unas tiras de papel en las ventanas durante un bombardeo los vecinos que no lo habían hecho observaban como sus cristales se rompían mientras que los de su vecino resistían la fuerza expansiva de las explosiones. Era la fuerza de la evidencia la que les hacía poner las tiras en los siguientes bombardeos. No entendían cómo, pero funcionaba. Era evidente, esto es, podían verlo.

Yo hay muchas cosas que no entiendo de este Universo en el que habitamos y no creo que sean magia. Creo que todo tiene una explicación y que el ser humano está preparándose poco a poco para desarrollar todo su potencial y comprender las claves de la vida. Pienso que aún nos queda mucho, trabajamos con una parte ínfima de nuestras capacidades a la espera de desarrollarlas. Pero estamos en ello.

La realidad que habitamos tiene muchos niveles de expresión. Hay cosas, hechos que podemos cuantificar, medir, darles una dimensión concreta. Podemos conocer su peso, su volumen, su concentración, su fuerza, su velocidad. Pero hay otras que no, sencillamente. Y convivimos con ellas.

Qué es una emoción, cuánto pesa, de qué está hecha, cómo medimos su fuerza. Y ¿qué es más real la mano que teclea este ordenador o la emoción que me mueve a hacerlo? ¿Qué es más yo? ¿Con qué me identifico más? ¿Qué preferiría perder?

Todas esas preguntas para mí no son filosofía, son ciencia. Y lo son porque un día comprenderemos desde la experiencia la dimensión de todo lo que nos rodea, porque si algo existe y es real puede comprenderse. Quizás todavía no, ni con el concepto de ciencia con el que, todavía, muchos científicos trabajan, ni con el nivel de conciencia y de desarrollo mental con el que, por el momento, nos acercamos a la realidad. Quizás aún no estemos preparados para comprender la realidad y solo sea eso. Yo lo creo. Y lo creo porque la historia de la humanidad y de la ciencia me demuestra que cuanto más evolucionamos más comprendemos. Y nos queda aún mucho por evolucionar. Eso también lo creo.

La ciencia debe llevarnos a la comprensión de los hechos, pero los hechos existen al margen de la ciencia. Y esto, a veces, no se entiende.

Llevamos más de dos siglos usando la homeopatía para el cuidado de la salud porque es útil, porque es eficaz y es segura. Cuando comenzó a usarse no se conocía nada de sus mecanismos de acción ni de muchos otros aspectos de esta terapéutica que hoy ya conocemos gracias a la ciencia. Pero lo que siempre se supo es que era eficaz, que generaba en la persona enferma respuestas fisiológicas que le acercaban de nuevo a la salud. Era evidente, esto es, podía verse.

Hoy seguimos desconociendo aspectos en relación a la homeopatía y sus medicamentos, como nos pasa con el resto de la medicina, pero seguimos valiéndonos de estos medicamentos homeopáticos y de otros, a pesar de ello, porque la evidencia nos dice que vale la pena hacerlo.

Si el ser humano hubiera esperado a comprender todo lo que experimentaba para ponerlo en acción me temo que no estaríamos en este momento de la evolución humana ni tecnológica.

Cuando la ciencia no reconoce lo evidente, aunque aún no lo comprenda, yo creo que ni es ciencia ni nos ayuda a crecer en el conocimiento de nuestro Universo y de la magia que encierra. Porque, la verdad, sí que creo en la magia, la magia.

http://www.hablandodehomeopatia.com/sobre-la-magia-la-ciencia-y-la-homeopatia/