En algunas personas habita una ignorancia radical en torno a cualquier medicina no alópata, sea acupuntura, homeopatía, herbolaria o acutomía. Todo lo que no es alopatía pareciera ser simplemente equiparable a brujería o fraudes similares.
Algunos médicos alópatas de gran renombre han recetado a una servidora medicina homeópata. Y me gustaría remarcar que hablo de médicos de gran renombre. He comprobado los efectos del árnica como desinflamante, de algunas gotas para dormir, otras para relajarse, hierba de San Juan dosificada en Alemania para algunos periodos difíciles y muchas otras medicinas dosificadas en Francia, porque en México todavía no nos damos cuenta de hasta dónde puede ayudar la medicina homeopática. Todos estos médicos me han librado de muchos desinflamantes, somníferos y tranquilizantes y demás medicinas con efectos secundarios definitivamente indeseables.
Sin embargo en algunas personas habita una ignorancia radical en torno a cualquier medicina no alópata. Ya sea que se trate de acupuntura, homeopatía, herbolaria o acutomía, todo lo que no es alopatía pareciera ser simplemente equiparable a “GenomaLab”, brujería o fraudes similares, que vaya que abundan en toda sociedad. Tanta ignorancia es lamentable y vale le pena detenerse en sus causas.
Nadie puede dudar que en efecto algunas personas se consideran, por ejemplo, acupunturistas, y a duras penas conocen la medicina china. El Dr. Roberto González González, quizá el más grande conocedor de la medicina china en México, ha señalado en reiteradas ocasiones que saber algo de acupuntura no implica necesariamente ser médico, por lo cual es necesario establecer y certificar con claridad a quienes se dedican a este tipo de medicina. La medicina china, que por milenios ha curado y mantenido la salud de millones de personas, se compone en un 80 % de herbolaria y un 20 % de acupuntura: conocerla lleva años de formación. El mencionado galeno, médico egresado de la UNAM, sabe de lo que habla porque ya recibido como médico alópata, posteriormente se especializó por años en China. Existen médicos que, como él, combinan diferentes tipos de medicina para el bien del paciente.
Por otro lado, en efecto existen charlatanes. Los hay en la acupuntura, en la homeopatía y la alopatía, y por supuesto, también en la herbolaria. Pero esto no implica que el resto de los médicos formados en las mejores universidades de diferentes partes del mundo sean charlatanes por el mero hecho de no ser alópatas. Lo que sí implica es que existen diferentes tipos de medicinas, las cuales bien estudiadas y bien empleadas pueden ser la salvación de muchos pacientes. Y precisamente porque existen charlatanes, tenemos que juzgar caso por caso, no se puede generalizar. Lo que me parece inaceptable, y quiero decirlo, es “meter en un solo saco” todo lo que no es alopatía y tildarlo de brujería.
Generalizar en estos casos es inaceptable. Pero cuando las valoraciones de cualquier tipo de actividad se basan en la burla y la ignorancia, hay que tomarlas con cuidado. Y respecto a la homeopatía suele acudirse en efecto a ese tipo de discursos. Éstos por lo general no se sustentan de manera argumental y razonada. Se basan en incitar o pretenden incitar a la risa a través de la ironía. Y no tengo nada contra la risa y la ironía bien empleadas; lo que me parece un desatino es la burla y la ironía hacia algo que se desconoce con el fin de degradar una actividad que puede ser benéfica para muchos.
En Internet abundan textos que dejan ver una profunda ignorancia respecto al tema que se trata. El problema es que en la red, todo se homogeneiza: un discurso que borda fino, que tiene detrás años de estudio y reflexión, puede presentarse exactamente en el mismo formato que una mera opinión “de café”. Porque tomando un café entre amigos se vale decir burradas, y acaso algún colega nos explique lo equivocados que estamos. Pero al escribir en un sitio público no se vale nada más opinar: es necesario fundamentar el discurso en hechos empíricos reales (valga la redundancia) que a su vez han sido meditados a través de argumentos razonados. Los griegos antiguos consideraron a la doxa como una opinión que aunque se fundamente no deja de ser tal: una opinión. Mientras que la episteme es el discurso que se basa en algo más que la opinión: se base en el estudio y el conocimiento de un fenómeno.
¿Se puede despreciar cualquier otro tipo de medicina que vaya más allá de la alopatía? De que se puede, se puede, sobre todo si se desconoce la historia de la medicina no alópata. Pero no se debe hablar de aquello que se desconoce: ese es un principio básico con el que todo aquel que escribe debería estar comprometido. Se puede bien decir: “No deseo poner mi salud en manos de un médico homeópata porque desconozco esa medicina”. Lo que no se debe decir, es: “nadie debe confiar en esa medicina que yo desconozco”… y mucho menos debe un individuo burlarse públicamente de algo que desconoce.
No cabe duda de que en general acertamos más cuando hablamos de lo que conocemos de manera propositiva, que cuando nos burlamos de algo que desconocemos y pretendemos presentarlo negativamente. ¿Qué es lo que se debe saber antes de emitir un juicio unilateral sobre la homeopatía o sobre cualquier otra forma de medicina? Bueno, lo ideal sería no opinar antes de leer, aprender y experimentar, pero en este breve espacio podemos al menos proporcionar algunas indicaciones.
Por ejemplo, conviene saber que en los hospitales de cancerología en México y en el mundo, la acupuntura y la herbolaria han resultado una ayuda muy considerable contra el dolor. Conviene saber que los fármacos antinflamatorios como el ibuprofeno o el naproxeno son desaconsejados por la mayoría de los nefrólogos, ya que sus efectos a largo plazo son devastadores para el riñón: la homeopatía ofrece alternativas. Conviene saber que fármacos que contienen alprazolam (v. gr. Tafil) o clonazepam (v. gr. Rivotril) pueden llegar a causar dependencia y en algunos casos depresión: la homeopatía también ofrece alternativas. Conviene también saber que son cientos las sustancias activas a las que no sólo un individuo puede reaccionar negativamente, sino que al ser tantas, las interacciones medicamentosas han causado más muertes que muchas enfermedades.
Por su parte la herbolaria china y la homeopática continúan vigentes por una simplísima razón: curan. No, no se trata de “milagros”: las plantas contienen sustancias químicas que tienen efectos en el cuerpo; ¿puede haber alguien que no lo sepa? No lo creo, pero lo que sí puede haber y hay, es “alguien” a quien no le convenga que estas formas de medicinas se estudien, se empleen, y penetren en la sociedad. Ese “alguien” remite a los laboratorios fabricantes de medicinas. Mientras más rápido pase a la historia cualquier alternativa a la alopatía, más dependeremos de los grandes laboratorios y los cientos de medicinas que a ellos compramos.
Lo anterior trae consigo un problema más: mientras menos se conozcan esas otras opciones, el peligro latente es emplearlas desde la ignorancia. Las hormonas “naturales” como suele conocerse a las fitohormonas, que se venden en cualquier tienda naturista, pueden ser un verdadero riesgo en la salud de la mujer si no se emplean de manera correcta y en las dosis adecuadas. De modo que no exageramos al decir que es una obligación ética de difundir el conocimiento de otras opciones ajenas a la medicina alópata. Esas otras opciones deben reconocerse y estar en mando de gente capaz, y no en “tiendas naturistas”. Eso le daría al paciente más de una sola opción. Habrá casos en los que la alopatía sea la solución, como los habrá en que la homeopatía lo sea, o la herbolaria, la acupuntura o la acutomía; o una mezcla de todas ellas, la cual puede llevarla a cabo únicamente un médico versado en todas ellas.
Lo ideal sería que los médicos fueran un poco más capaces de abrir las fronteras de los tan arraigados juicios previos y aprender de prácticas vecinas o al menos intentar conocerlas. O al menos que nadie hablara de ellas si no se les conoce bien, y mucho menos hacerlas objeto de burla, porque finalmente el ignorante no sabe bien a bien ni de qué se está burlando. La burla fundamentada en la ignorancia, es como un boomerang que siempre retorna a quien lo lanzó, y por eso de lo que no sabemos, siempre es mejor callar.
* Paulina Rivero Weber es directora del Programa Universitario de Bioética (@bioeticaunam).